En 1962, John Tukey, uno de los grandes estadísticos del siglo XX, usó por primera vez la expresión *Data Science* en su artículo “The Future of Data Analysis”. Lo hizo sin darle demasiada importancia, como una evolución natural del análisis estadístico hacia los datos computacionales.
Aunque el término se estuvo utilizando en ámbitos académicos e incluso en 2002 se fundó la revista “Data Science Journal” para ayudar a generar conocimiento y comprensión sobre cómo las prácticas de datos pueden hacer avanzar la investigación y el conocimiento humano, tuvieron que pasar cincuenta años para que alguien lo retomara con fuerza.
Precisamente, fue en octubre de 2012, cuando Harvard Business Review publicó un artículo que cambiaría el rumbo del sector y en particular en el entorno empresarial: “Data Scientist: The Sexiest Job of the 21st Century». El término se volvió tendencia. Silicon Valley empezó a contratar perfiles que sabían de estadística, programación, negocio… y que no encajaban del todo en ningún molde. Nacía oficialmente la figura del científico de datos en el mundo empresarial.
Octubre de 2013: mi primera charla sobre Ciencia de Datos
Un año después, en octubre de 2013, me animé a hablar de esto en una sesión en mi alma mater, la Universidad de Murcia. Recuerdo perfectamente el contexto: por entonces era profesor asociado y también trabajaba en el área de investigación y metodología comercial de la entidad financiera Cajamar. Aquel era un intento de ponerle nombre, y sentido, a algo que llevaba tiempo haciendo, pero que todavía no tenía una etiqueta clara en nuestro país.
Fue la primera vez que usé el término “científico de datos” en público. Y sí, más de uno torció el gesto.
Había que explicarlo todo: qué hacía, por qué era importante, cómo se diferenciaba de un analista tradicional. Y, sobre todo, por qué tenía sentido hablar de una nueva profesión en lugar de reciclar roles antiguos.
Mayo de 2014: la primera vez fuera de casa
Meses después, el 14 de mayo de 2014, hace justo 11 años, recibí una invitación para dar una charla en la Universidad Politécnica de Cartagena. Fue mi primera ponencia fuera de la UMU.
La invitación me la hizo Mathieu Kessler, catedrático de Estadística e Investigación en la Universidad Politécnica de Cartagena, por entonces ya era apasionado del análisis de datos y la innovación educativa. Hoy, diez años después, es el rector. Ya era visionario entonces, y lo sigue siendo ahora.
Aquella charla no solo era especial por el lugar, sino por el momento. A nivel nacional, no existía ningún grado universitario en Ciencia de Datos. Y los másteres disponibles eran muy contados y no recuerdo que ninguno fuese oficial en aquel momento.
El ecosistema era incipiente, por no decir inexistente. A muchos compañeros les parecía una moda pasajera. Otros veían ciencia de datos como una especialización más, sin entender su carácter transversal y transformador. Muchos decían, eso ya lo hacen los estadísticos.
Decir «soy científico de datos» era casi una provocación
En ese contexto, decir “me dedico a la ciencia de datos” era extraño. Sonaba a término de Silicon Valley, a anglicismo innecesario, a hype importado. De hecho, sonaba tanto a ciencia ficción que llegaron a preguntarme, en una cadena de radio, si estábamos cerca de una tercera guerra mundial en internet. Pero también servía como punto de partida para una conversación que aún estaba por construirse: ¿quién analiza los datos? ¿Para qué? ¿Qué implica tomar decisiones basadas en modelos y en datos? ¿Qué responsabilidad tiene quien diseña un sistema que predice comportamientos?
Once años después
Hoy la ciencia de datos ya no necesita explicación. Se ha institucionalizado. Existen grados oficiales en prácticamente todas las universidades, la Universidad de Murcia y la UPCT disponen ya de un grado presencial conjunto en Ciencia e Ingeniería de Datos, e incluso, podemos estudiar de forma online el Grado de Ciencia de Datos Aplicadas de la UOC.
El mercado se ha diversificado. Ahora hay ingenieros de datos, analistas, arquitectos de IA, científicos sociales del dato, expertos en gobernanza y ética, ingenieros de IA generativa…
Es un ecosistema completo y la formación se ha diversificado mucho. Másteres especializados, bootcamps intensivos, itinerarios híbridos, cursos masivos online y programas de formación continua. Pero en aquellos años, sólo existían algunas pequeñas iniciativas tratando de crear formaciones que ayudasen al despegue de esta disciplina. Participe y aún lo hago en muchas de ellas que he visto nacer, y me ilusiona especialmente el Máster de Data Science de Kschool, en el que participo desde su primera edición en 2016 y ahora soy el director, pero lo que más recuerdo con satisfacción es como muchos de los que trabajamos en datos comenzamos iniciativas similares con el objetivo de hacer crecer la disciplina y formar a los que hoy en día son nuestros compañeros. En estos años he aportado mi granito de arena formando profesionales en esta disciplina y lo seguiré haciendo durante muchos años más.
Pero hay preguntas que siguen vivas
A pesar de todo, algunas cosas no han cambiado tanto. Entonces me preguntaban: “¿Y eso qué es?”. Hoy me preguntan: “¿Y qué aporta?”. Ambas preguntas continúan siendo esenciales. La ciencia de datos ha ganado herramientas, pero no siempre ha ganado criterio. Y ese sigue siendo uno de nuestros mayores desafíos. Aunque ya está más consolidada, sobre todo a nivel académico, todavía tenemos mucho camino que recorrer en las empresas. Hay muchos retos deseando ser afrontados por profesionales cualificados que generen ventajas competitivas a las empresas y más en un momento tan delicado como el actual.
De charla en charla, de visión a profesión
Han pasado más de doce años desde que empecé a hablar públicamente de esto. No como gurú, sino como alguien que quería poner palabras a lo que estaba ocurriendo en la frontera entre la academia y la empresa. De aquella charla en la UMU a aquella ponencia en la UPCT, hubo un salto simbólico: el paso de la intuición individual al reconocimiento institucional.
Hoy, ver cómo se consolidó esa visión es motivo de alegría… pero también de responsabilidad. Porque si en su momento hubo que explicar qué era la ciencia de datos, ahora toca explicar qué debe ser. Y, al igual que en 2013, también depende de nosotros, de los profesionales del dato.
De hecho, John Tukey tiene una frase célebre que resume claramente lo que es la ciencia de datos y me acompaña en todos mis proyectos.
Lo dijo en el siglo pasado, pero sigue siendo verdad hoy. Porque trabajar con datos no es solo saber de números. Es saber de personas, de sistemas, de decisiones, de negocio. Es cruzar fronteras disciplinares y aportar criterio en medio de la complejidad.
Y eso, para mí, sigue siendo lo más apasionante de este oficio.

